La “Celeste”, patrona de sus cuatro estrellas

Facundo Rozas (@FacuRozas)

Una vez más la FIFA quiere demostrar ser la dueña de la pelota. Le pidió a Puma que saque dos de las cuatro estrellas que tiene el escudo uruguayo en alusión a los Juegos Olímpicos de 1924 y 1928.

Días atrás Jorge Casales, integrante del consejo Ejecutivo de la Asociación Uruguaya de Fútbol, sorprendió a gran parte de la región sudamericana cuando declaró al aire, en el programa local Hombres de Fútbol: “FIFA notificó a Puma para que retire dos estrellas del escudo de la camiseta de la Selección”.

Una decisión insólita de la Federación. Ya que primero se comunicó con la marca de ropa que viste a la celeste, saltándose a la Confederación Sudamericana y a la propia Federación del país vecino. Lo que no resulta curioso es que desacredite las preseas uruguayas en la plenitud de Tokyo 2020, a las cuales supo tratar, desde su fundación, de títulos internacionales.

A pesar de esto, los Juegos Olímpicos siempre fueron una sombra para la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) ya que no quiere que ninguna competencia opaque su Mundial. Debido a esto el fútbol olímpico ocupa un segundo plano tanto para los organizadores como para la audiencia. Es tomado como un torneo menor, un mundial sub 23: no van las grandes figuras, los clubes no están obligados a ceder jugadores, es la única disciplina que tiene un límite de edad para sus atletas -veintitrés años- y la medalla de oro vale menos que una Copa del Mundo, una excepción a la regla.

 Los primeros años

El fútbol participaba de los juegos olímpicos cómo disciplina de muestra, incluso antes de la creación de la FIFA. Fundada en 1906, surgió, entre otras cosas, para organizar las primeras competencias entre países. En 1908 dio el visto bueno para que se transforme en disciplina olímpica y le encargó a la Football Associations (FA) que lleve a cabo la competición en Londres. 

En el congreso de 1924, la Federación decidió hacerse cargo de los JJ.OO de París 1924 y manifestó que los mismos iban a ser considerados campeonatos mundiales. Uruguay, primer país sudamericano en participar, e invitado, sorprendió a todos al llevarse la medalla de oro. Le ganó 3-0 a Suiza. Su primera estrella. 

La segunda llegaría cuatro años más tarde. Le ganó a Argentina 2-1 en Ámsterdam y se volvieron a subir al primer puesto del podio. Como premio al bicampeonato y al centenario de su constitución, FIFA le otorgó la sede del primer Mundial, que dicho sea de paso, el trofeo se lo quedó Uruguay. 

Selección uruguaya campeona de la medalla de oro en Paris 1924 (Foto: Asociación Uruguaya de Futbol)
Selección de Uruguay campeona de la medalla de oro en los Juegos Olímpico de París 1924 Foto: Asociación Uruguaya de Fútbol

La relación FIFA – COI

Tras el éxito de su primera Copa del Mundo, cortó lazos con el COI. El fútbol dejó de ser olímpico hasta 1936, con una particularidad, los planteles debían formarse con jugadores amateur. Este acuerdo duró hasta Los Ángeles, 1984. Allí el Comité Olímpico optó por el ingreso de futbolistas profesionales. La FIFA aceptó con la condición de que aquellas Federaciones con mejor desarrollo del deporte, UEFA y CONMEBOL, utilicen delegaciones meramente juveniles.

Recién en Barcelona 1992, la Federación Internacional aflojó un poquito. Necesitaban tener un Mundial para la categoría Sub 23 y qué mejor que utilizar los Juegos Olímpicos como tal. Compartirán gastos, no se encargarán de los premios, y tampoco de  seleccionar la sede. 

En definitiva, les vino como anillo al dedo. Y supo aprovecharse muy bien del COI, ya que sabe que sin su autorización, el Comité Olímpico no puede disponer del deporte más visto y amado del mundo. Y he aquí donde los hermanos uruguayos caen por tener el orgullo de ostentar sus cuatro estrellas. Ganadas con claridad y con el aval de ambas confederaciones. 

Thomas Bach, presidente del Comité Olímpico Internacional disertando en el congreso FIFA de 2016. Foto: Richard Heathcote/Getty Images

Sumar es mejor que dividir. La FIFA podría dejar de lado su ego y reconocer a las mejores selecciones, desde su fundación hasta la actualidad, con lo que merecen. Una estrella por ganar el torneo internacional principal de cada época. Pues de parte de ellas también implicó un reconocimiento a las primeras competencias y a sus organizadores, para que tengan el peso que tienen hoy.

A la vista queda la intención de la casa central en poseer el monopolio -que no va a perder pero puede compartir dos semanas cada cuatro años- de la redonda en la categoría masculina. La realidad del fútbol femenino es diferente, no posee restricción alguna sobre la edad de las jugadoras en la competencia olímpica. 

Detrás de esta decisión parece haber un trasfondo más peligroso. Es que la mismísima federación de fútbol tome partida en la vieja discusión, sin sentido, profesionalismo vs amateurismo.

Imagen destacada: Asociación Uruguaya de Fútbol

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