Luca Krampanis Suria (@LucaKrampanis)
¿90 minutos pueden bastar para cambiar el concepto de alguien?
La fiesta que preparó Racing en el Cilindro para recibir a los jugadores que hicieron posible que los hinchas tengan la ilusión de salir campeones hasta la última fecha, tuvo de todo. Un jolgorio en donde los cinco sentidos tomaron protagonismo.
El humo celeste y blanco, junto a las banderas, le dio el color. El olor a pólvora de los fuegos artificales, sumado al de los puestos de choris y bondiolas que están a los alrededores del estadio, inundaban las narices de los 55000 presentes. El sonido de los cánticos de los fanáticos racinguistas, acoplado a los apalusos que bajaban como una catarata ensordecedora generaron un ambiente emotivo. Los papeles picados que volaban en medio de las tribunas permitian hacer contacto con ellos, como cuando un niño revienta burbujas de jabón con sus dedos. El gusto dulce se podía sentir al ver los ojos llenos de esperanza de cada una de las persona que tenía el escudo de la “Academia” en alguna de sus prendas.
Sin embargo, las dos caras de esta moneda se podría ver recién 90 minutos después. Una previa con un aplausometro con varios picos, pero que tuvo un momento importante y bastante sonoro cuando la voz del estadio dió los 11 titulares y nombró a Enzo Copetti. Allí, los aplausos fueron acompañados por un casi al unísono “Copeeeetti, Copeeetti…”. Algo que estuvo muy lejos de repetirse cuando el árbitro del encuentro, Pablo Echavarría, se llevó el silbato a la boca y marcó el final del partido.
En ese momento, el color perdió un poco de intensidad, ya que no hubo humo de nuevo y algunas banderas fueron replegadas rápidadmente. El olor a pólvora no se volvió a sentir. El sonido fue una mezcla de aplausos y silbidos, estos últimos tomando más fuerza cuando los jugadores de Racing se dirigian al vestuario, además de murmullos que se preguntaban “¿Por qué no pateó el penal Copetti si dijo que ibamos a salir campeones?”. Ya no había papeles picados volando, y lo únicos que se podían tocar eran los que habían quedado en el suelo y fueron pisados por los hinchas que se amontonaron para salir desanimados. Y ese gusto dulce se transformó en uno amargo intenso.
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